Era el ocaso del día
y venus sus alas mostraba
en el aire entreverada
tu cabellera lucías
Cobre amarillo, tu carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados tus pechos,
gimen canciones redondas.
Quizás en ese momento
cuando te metías en mi alma
tu perfume me empujó
al abismo de tu anhelo
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
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